Alice Gould ingresa en un sanatorio mental. Parece que es en realidad una detective que ingresa sólo para mezclarse con los internos y poder así hallar a un asesino. Una vez dentro del submundo del manicomio, la supuesta farsa se confunde con la locura general de un entorno absolutamente acuciante. Todos dudan de la salud mental de la protagonista y ella urde una trama para abandonar su encierro. Pero quizá el psiquiátrico no sea un mal lugar para Alice...
"Lo que más le angustiaba era el escenario siniestro en el que había de representar su farsa. Ella era incapaz de soportar la visión del dolor humano. No era valiente en presencia del sufrimiento ajeno. Con todo, a partir de ahora, tendría que moverse entre multitud de seres cuyas úlceras no estaban en la piel o en las entrañas, sino en la mente: individuos llagados en el espíritu, tarados del alma. De todas sus investigaciones ésta iba a ser la más ingrata, porque habría de hundir los brazos hasta los codos en heces vivas, en detritus de humanidad." (p. 31)
"¡Ah! Qué terrible es el sino de los pobres locos, esos ‘renglones torcidos', esos yerros, esas faltas de ortografía del Creador, como los llamaba ‘el Autor de la Teoría de los Nueve Mundos', ignorante de que él era uno de los más torcidos de todos los renglones de la caligrafía divina!" (p. 320)
● La debilidad de la frontera que separa al demente del cuerdo.
● La venganza como impulso para el asesinato.