En La cinta roja Carmen Posadas nos presenta las memorias fingidas de Teresa Cabarrús, una bella joven española que se trasladó a Francia a los doce años. Allí, gracias a su belleza, se convirtió en una de las mujeres más admiradas entre las clases altas y en un personaje de extremada relevancia para el desarrollo de los acontecimientos históricos que comenzaron a desarrollarse en el país galo a partir de 1789: amante de Tallien y Barras, consiguió salvar cientos de vidas gracias a la influencia que ejercía sobre tan poderosos hombres, intervino decisivamente en el fin de la época del Terror, colaboró en el encumbramiento de Napoleón, etcétera. Teresa Cabarrús es, sin duda, uno de esos personajes anónimos sin los que la Historia no habría sido como la conocemos.
«Nos presentábamos ante un tribunal de justicia en el que no faltaba un émulo de Robespierre en su papel de sacerdote supremo. Después del juicio, en el que todos procurábamos parecer lo más ingeniosos, lo más nonchalant posible, llegaba el momento de la ejecución. Entonces el reo colocaba su cabeza entre los barrotes de dos sillas y, para simbolizar el tajo de la guillotina, a partir de ese momento el "muerto" se anudaba alrededor de su cuello una fina cinta roja.» (p. 340)
«Una vez más e igual que antes de la Revolución, los pobres podían ver cómo los ricos se divertían nadando en el lujo mientras ellos pasaban estrecheces y calamidades. Y la máxima representación de tan obsceno lujo era yo, Teresa Cabarrús, Nuestra Señora de Thermidor.» (p. 449)