En Edad prohibida se nos narra el proceso de maduración de Anastasio y Enrique, dos muchachos con personalidades antagónicas que, sin embargo, parecen destinados a encontrarse una y otra vez a lo largo de sus vidas. Apocado, tímido y humilde, Anastasio superará el trance de la adolescencia refugiándose en los estudios y en unos rígidos valores morales. Enrique, por su parte, continuará obedeciendo siempre a sus impulsos y pregonando su fe ciega en el instante presente: rechaza de lleno el pasado y nunca piensa en el futuro. Su aparente astucia juvenil terminará por volverse en su contra.
«"Son cosas de la edad", se decía para consolarse. Pero en seguida añadía, ensañándose consigo mismo, que si la edad consistía en tener granos y cortaduras en la cara, suciedad en el pensamiento, manchas en los pantalones, y el corazón, en cambio, virginal, lleno de amor, sediento de amistad y de ternura..., esta edad debería estar prohibida.» (p. 185)
«Ahora, como entonces, Enrique le pedía con la misma altanería que no dijera nada. Y ahora, como entonces, Anastasio cumpliría lo prometido. Pero había una diferencia. Enrique le parecía entonces el héroe de todos sus sueños de niño, el prototipo del fuerte, del poderoso, ¡y ahora Anastasio lo veía de modo tan distinto!... Entonces le atendió porque le daba miedo. Ahora le atendería porque le daba pena.» (p. 291)